Por: Jorge Armando Piedrahíta Cabrera
A propósito del Mundial de fútbol que acaba de terminar, y
luego de varios pensamientos que se me cruzaron por la cabeza durante el
desarrollo de algunos partidos, llegué a la conclusión de que en realidad hay
varias cosas que no me gustan del fútbol, quizás la mayor de las pasiones
deportivas de mi vida.
La primera de ellas es que no sé por qué razón, a la Federación
Internacional del Fútbol Asociado, Fifa, supongo que por influencia y con algún
grado de responsabilidad por parte de varios clubes y federaciones, les ha dado
por cambiar su indumentaria tradicional, es decir, sus uniformes, lo que desde
el punto de vista histórico le resta emoción a los enfrentamientos, pues en el
caso particular, me acostumbré a ver a los equipos de una forma, y si se
presentan en la cancha vestidos de otra manera pues como que no se disfruta
igual. ¿Recuerdan el uniforme de Argentina hoy durante la final del Mundial? Me
parece un adefesio que la camiseta albiceleste se tenga que modificar por
capricho de unos cuantos. La pregunta obligada luego de cualquier explicación
al respecto es: ¿y entonces cómo hacían hace 40 o 50 años…? ¿El árbitro no
distinguía a unos y otros, o qué…?
Eso me recuerda la vez que le cambiaron el uniforme a
Colombia. La verdad es que yo disfrutaba el color zapote de la camiseta con la
banda cruzada del tricolor nacional y con la pantaloneta negra y las medias blancas;
o el segundo uniforme, completamente blanco con la misma banda cruzada. Pero a
algún creativo le dio un día porque nuestro uniforme debía ser Amarillo, azul y
rojo, rompiendo con la tradición, a razón de que este combinara con la bandera
nacional, aunque ello implicara parecerse a Ecuador. ¿No les parece eso
aburridor en la actualidad? Incluso ha habido ocasiones en que nos parecemos a
Brasil cuando este juega con camiseta amarilla y pantaloneta y medias blancas.
Cuando Colombia juega con camiseta azul, ocurre algo similar. A mí eso
realmente me aburre. El rojo de la camiseta de Colombia fue bonito en Italia
90, pero hasta ahí no más. La gente, aunque se sienta moderna y haya comprado
‘la escarlata’ producto de la euforia del Mundial, no creo que realmente se
sienta identificada con dicho color.
La segunda cosa que no me gusta del fútbol, como quiera que
alguna vez jugué al fútbol aficionado, en realidad a veces lo sigo jugando, fue
como consecuencia de algo que yo considero que fue una ilógica decisión: ¿no sé
a quiénes y en qué estado mental?, se les ocurrió acabar con la magia del
'chanfle', especialmente en los tiros de esquina, lo que obliga ahora a los
jueces de línea a dar por finalizada en saque de meta, lo que pudo haber sido
una jugada maravillosa que como un centro sale de la cancha pero por el aire,
es decir, sobrepasa la línea demarcada y luego vuelve y entra al campo de
juego, también por el aire, producto de ese 'chanfle' que también es conocido
en algunas partes del país, como ‘comba’. Creo que esa mala decisión que
tomaron en su momento, varios miembros de la Fifa, ya hace varias décadas,
deberían devolvérsela al fútbol, por el bien del espectáculo. Es una magia y
una alegría que algún día debería regresar.
La tercera cosa que no me gusta del fútbol, tiene que ver
con las continuas controversias y discusiones sobre si hubo o no fuera de
lugar. Muchas veces, por no decir la mayoría de ocasiones, los árbitros se
equivocan, y obviamente la disculpa es que son seres humanos, con virtudes y
defectos. También se ha hablado por años, de la compra y venta de partidos en
los que muy seguramente ‘el fuera de lugar’, ha tenido mucho que ver. Yo
propongo que se elimine dicha sanción, lo que redundaría en la consecución de
muchos más goles por parte de cada equipo que disputa un partido. Al no haber
fuera de lugar, habría más celebraciones y los partidos durante los 90 minutos
no terminarían 0-0, como en la reciente semifinal de la Copa Mundo Brasil 2014,
entre Argentina y Holanda, o la gran final de Alemania Vs. Argentina.
Muchos detractores de esta idea, podrán decir entonces que,
de aplicarse esta medida, muy seguramente se multiplicarían como hormigas los
llamados ‘palomeros’ o ‘pescadores de área’; pero si eso contribuye a que haya
más goles, cuentan con mi voto. Prefiero eso, a los aburridores empates o las
definiciones por ‘fusilamiento’, conocidas como ‘disparos desde el punto
penal’. Recordemos que esas ‘definiciones’ no son penales, porque para que se
puedan denominar como penas máximas, deben haber sido producto de una jugada
previa que se constituya como falta dentro del área, y dichas definiciones no
son consecuencia de ello, sino sólo para definir un ganador.
Otra cosa que me molesta mucho del fútbol, tiene que ver con
la proliferación de vándalos, que ocultos detrás de una camiseta y de su
autodenominación de hinchas, hacen de esta fiesta deportiva, un escenario de
violencia, sangre, y en muchas ocasiones, de muerte. He visto a familias
enteras alejarse de los estadios por causa de los desadaptados, que, creyéndose
dueños de la verdad, se ahogan cada vez más en el mar de la ignorancia, cuando
confunden una afición, un gusto o una preferencia por un equipo de una ciudad o
de una región, con un campo de batalla, donde aquel que opina diferente es su
enemigo, y por ende hay que ‘eliminarlo’. Una cosa es ser aficionado o incluso
hincha, y otra muy distinta es ser fanático irracional.
Recuerdo aquellos grandiosos tiempos en Colombia, cuando en
las tribunas se veían disfrutar a los hinchas de unos y otros equipos que iban
a acompañar a sus clubes de predilección, en un contraste multicolor de
camisetas, sin el riesgo ni el peligro que ello representa en la actualidad,
especialmente en una ciudad cosmopolita como Bogotá, donde confluyen y cohabitan
personas de diferentes partes del país. El mejor ejemplo de que sí se puede
convivir con los rivales, lo pudimos ver recientemente en el Mundial Brasil
2014.
En Colombia es muy común ver que una pareja de amigos,
novios o esposos que siguen o alientan a equipos de fútbol que son rivales
entre sí, lo cual no los hace enemigos, pero lamentablemente muchos
irracionales no lo han querido entender así, especialmente los menores de edad,
y han obligado a los amantes del buen espectáculo a verlo por televisión o a
esperar ocasiones especiales, como el Mundial Sub 20 que se hizo en nuestro
país, y donde las estrictas medidas de seguridad permitieron incluso, retirar
las mallas protectoras que anteriormente le impedían al aficionado visualizar
con mayor tranquilidad las acciones de los partidos.
Tampoco me gustan los llamados ‘hinchas de títulos’, aunque
respeto su decisión, de nacer, vivir y beneficiarse de una ciudad, y a cambio,
gustan, aman y en ocasiones sufren, por equipos de otras regiones o lugares,
sin ninguna vergüenza, menoscabando todo sentido de pertenencia e identidad
cultural, convirtiendo los diferentes lugares en territorios de nadie, sin
valor propio ni idiosincrasia y contribuyendo a desarrollar aún más hábitos de
desinterés. No hablo ni mucho menos, de hacer apología a regionalismos ni a
distintas formas de discriminación, ni racismos ni sectarismos. Hablo del amor
por el fútbol con algún sentido de ubicación sentimental y de procedencia. No
culpo a quienes, por ejemplo, tienen padres antioqueños cuyos hijos nacieron en
Bogotá, pues el sentido de la procedencia pudo haberlos inducido a preferir a
los equipos de aquella región. Me causan desconfianza, quienes, teniendo toda
una tradición cultural de un lugar en particular, prefieren lo hecho en otro
lugar; y en el caso del fútbol, motivados quizás por los títulos de algunos
clubes, la fama reciente o el estar de moda por diferentes razones,
desconociendo lo propio, lo auténtico y lo original. Sin embargo, allá cada
cual.
Tampoco me gusta que se organicen eventos de diferente
índole en los estadios, los cuales fueron creados obviamente para el desarrollo
de actividades futboleras, en particular, sí y sólo sí, si se ve comprometida
la gramilla de las canchas. Se ha comprobado que, a pesar de las medidas de
protección de los gramados, especialmente durante los conciertos, estos siempre
sufren alguna clase de deterioro, lo que luego redunda en la calidad de un
partido de fútbol por el mal estado de la cancha. Si se montan espectáculos
donde la gente puede disfrutar cómodamente desde las tribunas, perfecto; pero
sé que eso no le agrada mucho a los empresarios o algunos seguidores, a quienes
en cambio les gusta tener a disposición los famosos lugares VIP.
Hay muchas otras cosas que no me gustan del fútbol, como por
ejemplo las celebraciones exageradas con muertos incluidos, algunas veces por
situaciones como arrojarle en los ojos harina o agua a personas desconocidas, y
sus consecuentes reacciones sin ningún grado de tolerancia. Me cansan los
periodistas ruidosos en busca de fama, que aprovechan los medios de
comunicación donde trabajan, para despotricar’ o soslayar la imagen de una
persona o institución. Tampoco me agradan los personajes negativos que piensan
que siempre van a perder y oscurecen el ambiente de fiesta en torno al fútbol;
al igual que los que creen que todo es cuestión de suerte.
Quisiera lejos del fútbol a todos los empresarios y
dirigentes corruptos, que utilizan dineros mal habidos en el desarrollo de las
competencias deportivas en las que involucran a árbitros y jugadores. Ni para
qué hablar de los ejecutivos que sólo piensan en su beneficio económico y
juegan permanentemente con la ilusión de una afición. Detesto la proliferación
de revendedores producto de la desorganización administrativa alrededor del
tema del fútbol. En fin, son muchas las cosas inadecuadas que lamentablemente
opacan el ambiente que debe rondar ‘el mejor espectáculo del mundo’, como
rezaba el título y el eslogan de un programa deportivo de antaño.
Si del Mundial 2014 tuviera que hablar en particular, serían
muchas cosas las que tendría que decir, en lo que se relaciona directamente con
el fútbol, es decir, no me importa si la inauguración no presentó a las
llamadas ‘garotas’ para que más de uno ‘alimentara el ojo’, tampoco voy a
hablar de si Shakira cantó bien o no en el acto de clausura, ni de los periodistas son buenos o malos por vivir criticando a sus semejantes, en
especial al profe José Pékerman.
Diré simplemente que no estoy de acuerdo en que, a
Argentina, como premio de consolación le hayan dado el nombramiento de Messi
como el mejor jugador del mundial: ‘Balón de Oro Brasil 2014’. Tampoco en el
manejo arbitral que se vio a lo largo del campeonato, y en especial, obvio, soy
colombiano, pero no ciego: el partido Brasil Vs. Colombia, considerado por los
expertos como un ‘robo descarado’. Al final, no sólo fue eso que llaman la
justicia divina, sino los propios resultados de Brasil, los que mostraron
claramente cuál selección tenía más fútbol y debió estar en las instancias
finales, lo que de hecho hubiese evitado el ‘oso’ que hicieron los
pentacampeones. Pero el manejo deportivo a veces es así, y por eso a mí no me
gustan este tipo de cosas.
Nunca estuve de acuerdo en que convocaran a Yepes, Perea,
Mondragón y Macnelly. El único de ellos que finalmente quedó fue Yepes, por
fortuna para el país, y con su buen rendimiento a lo largo del certamen de paso
me calló la boca. Estoy seguro que los otros tres no hubiesen dado 'pie con
bola'. Incluso, me pareció parte del circo aquello del registro histórico de
Mondragón como jugador más veterano en participar de un Mundial, pues realmente
me parece más meritorio el récord anterior del delantero camerunés Roger Milla,
quien a los 42 años representó a su país como titular, y además mostrando un
gran nivel de juego. Recuerdo que precisamente fue él quien nos amargó la vida
en cuartos de final cuando le robó un balón a Higuita y nos marcó el primero de
los dos goles que esa tarde de julio de 1990, convirtiera el africano; lo que a
la postre nos eliminó del mundial. Los cinco minutos de Farid en 2014,
ingresando a la cancha para ganar ese récord, son sólo un dato, una
estadística. Lo de Milla, es una leyenda para su país.
Obviamente hay muchas otras cosas que no me gustan de lo que
he visto en el fútbol, aunque son más las cosas buenas que hacen que ame cada
día más a este deporte y que crezca mi pasión. Quienes realmente saben del tema
y ven y analizan el fútbol sin vanidades ni orgullos, saben que en muchas cosas
tengo razón, y aunque el debate queda abierto, recuerden que sólo se trata de
mi humilde opinión.
Gracias.