La estrella
catorce será la vencida
Recuerdos de la última vez
Por: Jorge Armando Piedrahita Cabrera
Recuerdos de la última vez
Siempre se ha dicho
que Millonarios es el equipo más grande de Colombia, quizás porque a la vez es
el más laureado del fútbol nacional, pues acumula 13 títulos, que ahora podrían
convertirse en 14 estrellas.
Por: Jorge Armando Piedrahita Cabrera
Aún quedan vestigios en cada una de las tribunas
del estadio Nemesio Camacho ‘El Campín’, de aquel grito de gol que cerca de 50
mil personas cantaron en una esplendorosa tarde de fiesta y de locura, en la
que un ave migratoria de raza desconocida, se paseó oronda por el escenario de
la calle 57 de Bogotá, en medio del nerviosismo de jugadores e hinchada y de la
expectativa nacional de lo que ese trinar iba a significar.
Era nada más y nada menos, que Oscar ‘El Pájaro’
Juárez; aquel desgarbado delantero argentino que hace algún tiempo había
llegado al país sin tantos pergaminos, y quien sin dársele nada como decimos en
estas tierras, había marcado el único tanto que le daría a Millonarios su
anhelada estrella doce, aquella que había sido esquiva durante 9 años, pero que
como preludio de la navidad aquel recordado 20 de diciembre de 1987, le había
obsequiado el mejor regalo de la última década a la afición ‘embajadora’.
Las banderas ondeantes con los colores combinados
azul y blanco, sostenidas aún por los famosos tubos de PVC, los mismos que por
años camuflaron litros y litros de aguardiente colombiano, y que después serían
prohibidos por las autoridades deportivas, enmarcaron el espectáculo, adornado
además por serpentinas, pitos, tambores y los cánticos que por aquella época
sus hinchas comenzaron a corear insistentemente: “Oeeee, oe, oe, oe…, Millos…,
Millos….”.
Era
la época en que la barra de Oriental era la más numerosa y ruidosa de toda la
hinchada azul, quizás como antesala a lo que hoy se ha convertido. De hecho, ya
se comenzaban a observar los partidos de pie y saltando durante buena parte del
tiempo, antes de trasladar su sede hacia las tribunas Altas o Lateral Norte.
Desde aquella tribuna oriental pero en la ubicación
Numerada, todo se podía ver muy bien, no se perdía detalle de nada, y aunque
desde lo alto los jugadores y árbitros parecían muñecos de ‘futbolín’ y las
jugadas parecían lógicas y fáciles de percibir, especialmente en una cancha que
se preciaba de gigante, era evidente que al momento de disputarse el
compromiso, las acciones mostraran otra situación. Una cosa es ver y otra estar
allí, en la cancha.
Cuando ir a ver fútbol no representaba peligro
Es que para los jóvenes hinchas de aquella época,
hoy convertidos en padres de familia y habitantes del tercer y cuarto piso en
la escala de la edad, era una motivación diferente acudir cada domingo a ver al
‘glorioso azul’. No existía la violencia desenfrenada entre barras ni la lucha
de colores en la camiseta a la hora de la salida, tampoco las eternas esperas
al finalizar cada partido para que unos puedan salir primero que otros. No, así
no era en aquellos tiempos.
Se
ahorraba durante los quince días para comprar la boleta en los llamados ‘expendios
oficiales’ o en las taquillas del estadio, ya que siempre se ha tenido un
vecino de patio, que obliga a alternar de local y de visitante; pero nunca se
veían en los alrededores a El Campín, a menores de edad ‘retacando’ por 100
pesos supuestamente para completar el valor de la entrada, al mejor estilo de
los méndigos de hoy en los semáforos de la capital del país.
Recordar las alegres correrías por izquierda de
Rubén Darío Hernández, los explosivos piques de Arnoldo “El Guajiro” Iguarán o
los improvisados amagues de “La Gambeta” Estrada, resultan toda una
retrospectiva hacia la nostalgia.
Los
constantes cortes de juego con destino fijo al balón o al tobillo de Eduardo
Pimentel, la jerarquía y entrega de Mario Vanemerack, los ‘tramacazos’ a larga distancia
de Edison Dominguez con pierna izquierda, los cierres oportunos y llenos de
exquisitez y calidad de Luis Nolberto ‘El Huevito’ Gil, entre otros, fueron los
platillos con los que partido tras partido, los aficionados de la escuadra
albiceleste desayunaron, almorzaron y cenaron, durante aquella inolvidable,
añorada, pero sobre todo, muy criticada época en la que el más laureado plantel
en la historia del fútbol profesional colombiano, alcanzó sus últimos logros
deportivos.
Un
título azul manchado de rojo
Y
ni para qué hablar de lo que fue el título No. 13 y el último, conquistado en
Barranquilla justamente un año después, bajo la dirigencia técnica de Luis
Augusto ‘El Chiqui’ García, aquel 18 de diciembre de 1988, o lo que es peor,
recordar cuando Millonarios, siendo primero del torneo y eventual campeón del
torneo rentado un año después, en 1989, la Dimayor decidió suspender el
campeonato por el asesinato en Medellín, del árbitro Álvaro Ortega, lo que de
hecho impidió la consecución de la estrella catorce, en lo que habría podido
ser la tripleta de campeonatos consecutivos en aquella década. Como hecho
anecdótico de este suceso, la historia recordará el retiro definitivo de las
canchas del mejor árbitro del fútbol colombiano, Jesús ‘Chucho’ Díaz, en
solidaridad con quien en vida fuera su colega y amigo.
No
ha sido fácil cumplir con el anhelo de acabar con esta sequía de títulos que ya
completa 24 años; la misma edad promedio de los integrantes de los ‘Comandos
Azules’, una de las barras más conocidas en la actualidad, y quizás la única,
junto con la de Blue Rain, que permanentemente, le vaya como le vaya al otrora
‘Ballet Azul’, alienta en el estadio y acompaña al equipo por todo el país, y
cuyo valor agregado radica en que la mayoría de sus integrantes no conocen aún
lo que es el sabor de un título, como tampoco del disfrute de una vuelta
olímpica de un torneo de primera categoría.
Millonarios
que evidentemente se vino a menos durante las últimas dos décadas, que llegó
incluso a estar en cuidados intensivos por repetidas crisis económicas durante
los últimos años, y que sometió a subasta pública el porcentaje de acciones que
le corresponden de su sede deportiva conocida como la ‘finca’, ubicada en la
Autopista Norte de Bogotá, para finalmente quedarse sin sede campestre.
Todavía
se escuchan los reproches entre barristas e hinchas de los diferentes equipos,
cuando culpan de la crisis de Millonarios a la desaparición de Gonzalo
Rodríguez Gacha, en relación a la época en que pululaban las ayudas económicas
extraordinarias y los incentivos a los jugadores profesionales, producto del
lavado de dinero del narcotráfico. La defensa de los azulejos se cierne sobre
los beneficios que los Rodríguez Orejuela aparentemente le dieron al América,
Pablo Escobar a Nacional, el cartel de la Costa al Junior, los Arizabaleta a
Santa Fe, entre muchos otros personajes y ‘dirigentes’, que cuando decidieron
‘meterle mano’ al negocio del fútbol, no se imaginaron lo manchado e indigno
que lo iban a dejar.
Aunque
la situación económica actual de ‘Millos’, para usar este famoso diminutivo que
utilizan con cariño sus hinchas, especialmente durante sus cánticos y para
animar al equipo, no es que haya cambiado mucho en las actuales circunstancias,
y aunque posea en la actualidad unas directivas polémicas, procedentes de otras
regiones del país menos de la capital, y aunque incluso, hayan pretendido
devolver títulos con base en decisiones individuales, irracionales, y desde
todo punto de vista, innecesarias, llegó la hora de demostrar de qué están
hechos los Torres (Director Técnico y jugador panameño), Delgado, Franco,
Martínez, Robayo, Ramírez, Otálvaro, Candelo, Cosme y Rentería, por mencionar
sólo algunos de los posibles jugadores embajadores, que se hallan muy cerca de
la gloria, del título, de la estrella catorce, pero sobre todo, de ese cielo
azul y blanco que les dará todo su resplandor y brillantez en este 2012, que ya
casi termina. Esperemos a ver cuántas estrellas se cuentan finalmente en el escudo
embajador, en el próximo año.
1 comentario:
Es increible que aún haya gente que extrañe a los mafiosos y sus rios de plata en el fútbol. Acaso no ven que lo que hicieron fue un daño tenaz. Cuando la burbuja se revento quedamos en la inmunda administrativamente y hasta deportivamente, las estrellas fulgurantes se fueron para donde había plata y no hubo quien los reemplazara.
Esa mentalidada de mafiosos es la que nos tiene jodidos hasta en el deporte
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